“Nos quedamos sin semillas para entregar, pero seguimos anotando a la gente para avisar cuando me lleguen más y volver a repetir la entrega”.

Esta frase que lanza Ramiro Amado, da cuenta de cómo ha crecido la idea natural y saludable de poder tener una huerta en el fondo de cada casa. En tiempos de crisis, el trabajar la tierra siempre, y sobre todo con esta acción, ha dado sus frutos.

De la quinta a la mesa

Prohuerta cumplió 30 años y nació con la premisa de generar un espacio donde haya tierra y se generara alimentos. En 1990, ante la situación económica del país, se decidió crear este programa con la idea de fortalecer y asegurar la alimentación en las familias vulnerables.

“A través de realizar su propia huerta, uno se asegura que se está alimentando con un producto sano”.

Los tiempos que corren, precisamente, buscan acelerar los tiempos de la naturaleza, y por eso resulta de una gran ventaja saber cómo llegan nuestros alimentos a la mesa.

“Hoy en día no se puede confiar demasiado en lo que estamos consumiendo por las formas de producción que hay, con el abuso, exceso o mal uso de algunos químicos que pueden llegar al plato, cosa que se ha comprobado, incluso por Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria)”.

Entrega de semillas

Entre las colecciones de semillas que se han repartido, se encuentran “las que se pueden sembrar todo el año, como la acelga, achicoria, lechuga, remolacha y la zanahoria. Y algunas más específicas para esta época, como las arvejas, habas, rabanitos y el repollo”.

El trabajo final es placentero, pero también arduo en el armado, es por eso que Ramiro Amado pide “no depender tanto de la entrega de semillas, si como una forma de fortalecer la huerta, pero también saber que en ese paquetito que se recibe hay dos mil semillas de lechuga, de perejil, de achicoria, más de 120 de acelga y de remolacha”, por lo que se puede compartir los paquetes de semillas con vecinos, amigos y familiares.